Para exponer mi análisis de las lecturas del tema 3, tratadas en clase conjunta el día 16/12/10, relacionado con la temática de la socialización, me serviré de la historia ficticia de una niña llamada (por ejemplo) Susana y su proceso de socialización.
Susana era una niña que vivía en la sociedad “X”. Dicha sociedad, a través de determinados agentes socializadores como la familia, la escuela, los medios de comunicación, el grupo de iguales y otras diversas instituciones, se encargaron de que Susana desde su infancia aprendiera una serie de patrones de conducta iguales a los del resto de los miembros de dicha sociedad. Cuando a Susana le apetecía comportarse de forma contraria a las normas establecidas o distinta a la de su entorno, éste, mediante mecanismos de control social, sancionaba su postura de manera sutil. Esto, junto a la necesidad de Susana por ser aceptada y sentirse parte de un grupo, reprimía los instintos de la niña y la hacía entender que el modo correcto de pensar, de sentir, de relacionarse… en definitiva, de vivir, era el que su sociedad le enseñaba.
Así, Susana comenzó a hacer siempre las mismas cosas. Día a día, desempeñaba siempre las mismas funciones y actuaba siempre en consonancia a unos mismos criterios. Estos roles fueron configurando poco a poco su personalidad. Lo que Susana sentía y aprendía en el ejercicio de dichos roles le hizo construir una identidad, su identidad, y le hizo verse a ella misma tal y como la veían los demás.
Susana vivía en una sociedad postmoderna en la que, paradójicamente, todavía se mantenían los rituales de paso. Cuando Susana celebró el suyo, pasó de ser niña a ser mujer casi totalmente de golpe. Fue entonces cuando la forma de ver el mundo cambió. Tuvo que dejar de jugar y ponerse a trabajar, porque así lo hacían los demás. De repente Susana tenía muchos roles que desempeñar. A menudo entraba en un conflicto interno a causa del antagonismo de algunos de ellos, lo cual la obligaba a optar por uno de ambos para resolver la situación.
Un día, Susana conoció a Tomás. Tomás era el presidente de la comunidad de vecinos de Susana. Como vecina que era, Susana tenía unas expectativas con respecto a Tomás. Algunas eran mutuas (que le saludara cuando se lo encontrara en la escalera de su bloque, que le dejara un poco de sal, huevos u otros pequeños enseres cuando le fuera urgente…) y otras, dado el rol de Tomás de presidente de la comunidad, no (que se encargara de arreglar el ascensor, de dirigir las juntas de vecinos…). No obstante, Tomás no hacía todo en su cargo como los vecinos esperaban y estos se encargaron de manifestarle su descontento tan bien que, de tanto transmitirle que era un inútil, al final la profecía se cumplió y Tomás se volvió a sí mismo un presidente incompetente.
Susana y Tomás eran personas muy distintas. Susana era mujer, joven, de clase media y nativa de su sociedad. Tomás era hombre, mayor, perteneciente a una familia adinerada y muy conocida y extranjero. Debido a estas diferencias, era evidente que su proceso de socialización no era el mismo.
Haciendo un flash-back en la vida de Susana, es conveniente comentar, de su historia, las dos socializaciones que vivió cuando era joven.
Cuando fue niña, sus padres se encargaron de su socialización primaria. Este primer contacto con la sociedad realizado por su familia intentó proporcionarle a Susana una infancia confortable. Los padres se tomaron muy en serio la especialización afectiva de la familia que tanto se estaba dando en ese momento, por lo que decidieron cumplir su función desde un estilo educativo muy permisivo, con un alto apoyo afectivo y un escaso control disciplinar. La negociación entre sus padres y ella era la base de su método educativo. Al principio fue bien, pero con el tiempo los padres de Susana fueron perdiendo su autoridad cada vez más y más.
Este infortunio en la socialización primaria, afectó a su socialización secundaria en la que la escuela fue el agente encargado de la misma. La escuela de masas, no de élite, que sus padres eligieron para su hija era conocida por enseñar de forma eficaz el desempeño de un futuro trabajo, además de por sus criterios meritocráticos que ofrecían igualdad de oportunidades favoreciendo la movilidad social. A pesar de todas estas ventajas, dicha institución se veía desbordada puesto que no sabía hacer frente al comportamiento ni a las necesidades de Susana.
Los medios de comunicación de masas, por su parte tampoco ayudaban mucho, ya que el largo tiempo que Susana había dedicado a ver la televisión había estimulado en ella el deleite de las satisfacciones inmediatas y el sedentarismo. La televisión había afectado más a Susana por lo que dejaba de hacer en ese tiempo que le dedicaba al medio de comunicación que por sus contenidos.
Aunque fuera un tópico, sus amigas eran las únicas que las entendían. Un día en el que fueron todas a una institución voluntaria de tiempo libre, Susana y su grupo de iguales conocieron a un educador social. Éste, cuando trató con Susana, afortunadamente, detectó de forma precoz su situación, lo que le sirvió para intervenir con la misma y prevenir que Susana consolidara conductas de riesgo propiciadoras de una futura desadaptación social.
Así, Susana se convirtió en la mujer que es hoy día, y su proceso de socialización aun continua.